Por: Camila Palma.
“…La cuestión es sobretodo maravillarse. Es una de las formas más puras de felicidad que se me ocurren. Me gusta esa sensación. Yo me maravillo a menudo.”
Así es como Erling Kagge, explorador noruego, inicia el primer capítulo de El silencio en la era del ruido. Libro que me llevé de acompañante para mis vacaciones en el sur.
Según una encuesta hecha por Adimark el 2018, el 22% de los chilenos lee todos los días versus un 4% que no lo hace nunca o con poca frecuencia. Así que para ir dejando de lado esa última cifra, me gusta darme un empujón todos los veranos con algún libro que me inspire y me sirva para ponerlo a prueba en el día a día.
Lamentablemente, este era un regalo que le había hecho a una amiga para su cumpleaños. Por lo que no lo pude subrayar como me hubiese encantado. Pero los post it hicieron lo suyo para poder ir anotando todo lo que me llamó la atención de él.
El martes 4, llegué al lago. A la casa de una muy buena amiga, la Caro. Hace tres años nos tomamos unos días de febrero para instalarnos en su casa. Siempre hay una rotación, pero disfrutamos aún más si calzamos con la Caro y la María.
De alguna u otra forma, la vida nos ha juntado en la época de Universidad. Estudiamos lo mismo y poco a poco nos hemos ido convenciendo que hay un grado de goce (bastante alto por lo demás jaja) que nos une aún más a las tres.
El invierno viajamos 1 mes juntas y de lo mejor que nos acordamos, es de un pueblo isleño.
Donde solo nos dedicamos a instalarnos con picnics improvisados, flotar en unas camas inflables que nos compramos por menos de $2.000 y remar en unos botes que nos aislaban de la “civilización”.
La Navidad 2019, mi mamá me regaló un libro de Aperitivos. Que lo escribió la Ángeles Vergara y la Pía Jarpa. Desde el primer minuto que empecé a hojear el libro sentí como la María y la Caro se podían encantar -al igual que yo- con las recetas, la producción de cada plato y todo el show que hay detrás para preparar un aperitivo.
Entonces, se me ocurrió que para los días que teníamos las tres aseguradas en el lago, ese libro nos iba acompañar al menos una tarde.
Antes de partir partí a comprar tres delantales a los chinos, por $1.700 cada uno nos íbamos a ver casi como la Marta Stewart. Y obviamente toda esta parafernalia, era sorpresa.
Si pudiera adjuntarles el video del minuto en que hice las entregas de la indumentaria culinaria, seguramente a más de alguno se le reventaría un tímpano. Griterío y euforia colectiva en su máxima expresión.
La primera patita de cocinar fue para ayudar a la mamá de la Caro con unos invitados que tenía a comer en la noche. Ahí rápidamente resolvimos tres aperitivos:
- Rollitos de queso camembert y cebolla: Queso camembert, jamón serrano y cebolla caramelizada envuelta en masa filo.
- La cochiná: Queso philadelphia, palta molida, frutos secos triturados y un poco de sal. Para huntar esta Cochiná ideales son las papas fritas onduladas (aguantan más, se quiebran menos) y/o las Virgin (así le decimos desde el día que descubrimos que la Virginia Demaria las hacía). Son masas de tacos al horno, cortadas en forma de triángulos. Espolvoreadas con sal y ciboulette
- Brochetas de mielda: Pinchos con tomate cherry partido por la mitad, queso fresco cortado en cubitos y hojas de albahaca. Acompañado de una salsa de miel con mostaza (he ahí el nombre de mielda) y un leve espolvoreado de maní triturado.
Esta primera improvisación fue un éxito. Gozaron los invitados. Pero fue tan rápido que no alcanzamos a estrenar los delantales. Así que tuvimos que organizarnos nuevamente, hojear el libro de Aperitivos y seleccionar un par de recetas.
Después armamos un listado a “la antigua” ; lápiz y papel. Nada de Notas en el celular. Muy millennials seremos pero eso de garabatear en las hojas, va en nuestra esencia.
Al otro día partimos al supermercado y por obra divina ¡no se nos quedaron las bolsas!. El pan de cada día de las vacaciones fue, salir de cada minimarket haciendo malabares hasta el auto con todas las cosas que comprábamos.
Después hicimos como de costumbre una visita express a los chinos. A ver si encontrábamos algo entretenido para complementar el aperitivo que íbamos a preparar más rato. Obvio que cada cosa que veíamos la tocábamos, abríamos y nos reíamos.
Básicamente, tres niñitas de 5 años en el paraíso del cachureo.
La cara de indignación de la cajera se vende por separado.
Compramos TODO, menos lo que habíamos pensado: pailas para freír huevos con forma de corazón, tazones de casitas de muñeca, pinta uñas, cintas, cachureo 1, cachureo 2 y cachureo 3.
Manos a la obra, las Diseñadoras se visten de Chef señores. Y se ven así de buenas mozas:
Primero, quiero presentarles el plato que la María decidió liderar como jefa de cocina. Los rollitos de parmesano. Demasiado deliciosos para ser verdad. Pero me pongo de pie para aplaudir a mi amiga, por su gran perseverancia y paciencia frente la preparación de este aperitivo.
Se estudió punto por punto del libro de la Ángeles y la Pía. Pero realmente era medio complejo dar con la masa “tipo panqueque” pero en base a queso parmesano.
Yo que soy “algo” ansiosa, hubiese mandado todo a la $%&@¡!. Pero mi Mery (como nunca) muy paciente.
El sabor y consistencia de otro planeta. Para los fanáticos del queso, esta receta seguro será un tesoro minado para ustedes.
De este tipo de fanáticos hablamos
En paralelo, la dueña de casa se encargó de ir preparando un deep de queso Philadelphia con fondos de alcachofa triturados. Y antes que les pase igual que a nosotras, lo ideal es que estos fondos sean de la temporada.
No en conserva, de lo contrario bota mucha agua independiente si los secan previamente.
Una vez lista esta mezcla, la idea es ir formando capas en forma de cúpula. Éstas, llevan nueces confitadas (compradas en el supermercado y untadas en caramelo que pueden hacer en sus propias casas con azúcar y aceite caliente), jamón serrano en tiras chicas y ciboulette cortado (para que sea más rápido, nosotras siempre optamos por las tijeras de cocina en vez del cuchillo/tabla de picar)
Lo último salado que hicimos fueron unos pinchos en base a duraznos nectarines, con rúcula, jamón serrano y queso brie. Para que no nos demanden por piratas, les advertimos que la receta original es con mozzarella.
Pero en vista y considerando que era el tesoro más preciado del papá de la Caro preferimos optar por un “plan b” en cuanto al queso que íbamos a usar.
En el pueblo no vendían, entonces el quesito ese (mozzarella) venía prácticamente, exportado de Santiago de Chile.
Sin duda es una muy pero muy buena opción para hacer algo diferente y con una explosión de sabores increíbles, además a esta brochetas les agregamos la misma salsa que sale en el libro Aperitivos: media taza de aceto balsámico y media de azúcar granulada. Esto se calienta unos 10-15 minutos en una paila de huevos y listo.
De pasadita prendan una vela o abran todas las puertas, porque los con olfato agudo, seguro, les pondrán mala cara y les dirán un par de sutiles insultos por el olor que emana el aceto hirviendo en la paila.
Para cambiarnos al dulce, preparamos un postre de caramelo.
En lo absoluto podría ser apto para diabéticos, porque si bien la base principal es harina, los ladrillos de caramelos triturados son los protagonistas.
No por nada confié más en esa fuerza. Le echamos el KILO ENTERO! Imaginense. Coma diabético instantaneo. Por primera vez en nuestras vidas nos hacíamos las lights y no podíamos llegar a la meta de comernos la porción de este postre.
De todas maneras puede ser un hit en sus mesas. Pero no hagan como nosotras, con calma midan todos los ingredientes y sus componentes, de lo contrario las expertas que escribieron este libro, les mandarán el sobre azul por tarada.
Bueno y lo más importante, no deja de ser dónde nos comemos estos asuntos culinarios. Sino con quién lo acompañamos y con qué, en este caso compramos una sangría envasada y la mejoramos con harto hielo, naranjas laminadas y manzana verde cortada.
Claro está que doña María terminó con sed después de cuatro horas cocinando, con resfrío y grados altos de calor en el templo culinario. Adjunto evidencia.
Obviamente que detrás de tanto bla bla, ñam ñam, glu glú hay tres féminas posando a las cámaras para registrar el trabajo final.
De los 285 intentos, les mostramos los 3 mejore:
Cerrando el ítem cocina. Les cuento cómo calmamos la hiperactividad de tres personas que nacieron con el ají en, ustedes ya saben dónde.
Las mañanas con la María las dedicabamos a hacer pilates mirando el lago. El sueño frustrado de mi amiga siempre ha sido ser profesora, entonces, cómo no maravillarnos con esa vocación: no se diga más, María profesora de pilates A.M.
Les mostramos nuestro intento de ser flexibles, ridículas, y a la vez, optimistas
Aunque usted no lo crea, después de estos intentos de pilates nos íbamos a jugar tenis. Una humorada que no nos deja de sorprender. Cada una puliendo su lado Sharapova.
Mi temperamento en el juego, complementaba la risa con hipo de mis amigas. Temperamento a flor de piel. Hacemos un llamado a Wilson, pues aquí hay tres diamantes en bruto:
Para complementar las mesas veraniegas, tenemos dos datos que contarles:
Ir juntando esas botellas mononas que siempre tenemos, pero son tan chicas que no sabemos para qué usarlas. Aquí está la respuesta: centros de mesa. Como si fueran primas, parecidas pero jamás iguales.
Darle característica a nuestras mesas con la naturaleza misma del lugar. Maravillarse a menudo, tal como dice Kagge. Y maravillar con estos detalles a nuestros invitados.
Esta segunda opción también es para las mesas. Y la hice en una tarde. Primero es necesario considerar las medidas estándar de las mesas.
En este caso, yo compré 2.80 de arpillera, considerando la mesa que tenía en mi cabeza. (La que está en la casa de la Caro en el lago.)
Las de 8 personas, generalmente miden 2,10 – 2,40 metros de largo. En cambio las de de 10 personas, alcanzan los 2,70 de largo.
Y así pude calcular los excedentes en dirección a las cabeceras de la mesa.
De ancho a este camino le di 50 centímetros.
Compré un torpedo para copiar la tipografía que me gusta. Dos iniciales de madera en los chinos, y esas las use como molde para poder marcarlas en la arpillera y pintarlas con acrílico. (Le tuve más fe que a la pintura de género)
Y ahí empecé a darle forma al camino de mesa personalizado con las dos iniciales de los apellidos de la familia. Que en este caso era la H y la U.
Para las terminaciones fue necesario la ayuda de una overlock, que cortara la irregularidad y además darle el acabado más pro.
Me gustan los regalos pensados para los que los reciben, si voy a una casa cálida… por qué no aportar con un detalle que le otorgue más calidez aún.
Aprovechamos de cultivar la paciencia recolectando frambuesas en el día, y dorando marshmellows en la noche. Actividades que requieren de concentración pero que no dejan de ser veraniegas y entretenidas si se hacen con buena compañía.
Y así es como la calma, y dejar de lado las tareas rutinarias nos dan la oportunidad de crear instancias llenas de risas y experimentaciones nuevas.
En las vacaciones, nos desconectamos de lo que nos abruma. Pero también, está esa conexión con lo esencial. Que construye los mejores recuerdos en los días de descanso. Y es que no existe nada mejor que rodearte de gente que valore y goce las mismas cosas que tu.
Si bien las diferencias nos enseñan distintas cosas que no han nacido con nosotros. Las similitudes nos permiten entablar relaciones empáticas y espontáneas. Así, es como me doy cuenta que cocinar, viajar, hacer manualidades, jugar tenis, intentar pilates y reírme, no es lo mismo con 2 amigas que hacerlo con mis 2 mejores amigas.
En esos días de vacaciones, hablamos de ser amigas cuando “viejas”, planear más viajes, de obligar a nuestros hijos a ser amigos cuando grandes y de definir nuestro top five de pequeños grandes placeres en la vida. Y bueno, si alguna vez se nos olvida acá ya está escrito.
La capacidad de maravillarse podría ser uno de los mejores superpoderes si el ser humano permitiera ver cómo el viento genera ondas en el agua, cómo las nubes relatan formas preciosamente abstractas o si se diera cuenta que el trago de verano aparte de tener que llevar 4 hielos y un aperitivo rico en calorías, tiene que ir acompañado de dos buenísimas amigas como la María y la Caro.
¡Salú por los días de verano que tan bien nos maravillan en los distintos lugares de nuestro país!